Un entorno privilegiado
En Cellers de Scala Dei tenemos la suerte de hallarnos a los pies de la sierra del Montsant, parque natural protegido, un entorno natural e histórico. Allí cultivamos alrededor de 70 hectáreas de viñedo distribuidas en 41 fincas, de las cuales un 70% corresponde a la variedad garnacha.
Gran parte de nuestros viñedos están plantados en altura, con unas características climatológicas que hacen de Escaladei un lugar privilegiado para el cultivo de la variedad garnacha.
Una viticultura de respeto y sostenible
En el proceso de elaboración del vino Scala Dei, abogamos por la viticultura y la enología sostenible, pues sentimos un profundo respeto por ese suelo que siempre nos ha ofrecido uvas de gran calidad.
Todos nuestros viñedos se cultivan de manera orgánica y ancestral, sin herbicidas ni plaguicidas. Tampoco usamos insecticidas para controlar plagas y todos los tratamientos que usamos en nuestros viñedos son naturales y ecológicos.
No abonamos el viñedo con productos químicos. Usamos estiércol de oveja como abono.
Nuestro objetivo en el viñedo es reutilizar, en lo posible, todos los subproductos del proceso de vinificación, de la viña y de la poda como compostaje para el suelo.
Hecho con nuestras propias manos
Toda nuestra vendimia es manual, en cajas de 20 Kg, desechando ya en el propio campo los racimos que no cumplen los requisitos de la bodega.
Al llegar a ella, la uva pasa por una segunda selección, en la mesa de tría. Cada viñedo fermenta por separado y no se añade ningún producto exógeno durante la fermentación.
Para clarificar el vino, no usamos productos de origen animal. Por tanto, nuestros vinos son orgánicos y veganos. Nosotros utilizamos bentonita, una arcilla de grano muy fino que deja los vinos limpios y permite realizar su estabilización proteica. Al finalizar el proceso, filtramos el vino con placas de celulosa, también de origen natural.
La apuesta por el reciclaje es un punto importante en la producción de la bodega.
Asimismo, nuestro compromiso con la huella de carbono nos ha llevado a cambiar en los dos últimos años las botellas de los vinos con mayor producción por unas más ligeras. Al contener menos cantidad de vidrio, su coste energético de transporte es menor y, de esta forma, reducimos también las emisiones de CO2.